proyecto U N O 2017 danza impendasa

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No hay arte sin cuerpo, y aunque el espejo nos devuelva una otredad que aprendemos a saber, somos, nuestro cuerpo, sólo parcialmente visible para sí, es nuestro dueño. Su potestad es total hasta que decide expulsarnos, porque es el cuerpo quien decide su aspecto, sus enfermedades, su muerte. Nuestro cuerpo es su propia babel. Infinitas inteligencias interconectadas de materialidades húmedas, palpitantes, autónomas, sensibles, que la piel, que ha sido su brote inicial en la interioridad de otro cuerpo, recubre y guarda. Nuestra mente, es cuerpo.

De las artes presenciales la danza en su despliegue espacial y temporal se atiene más que otras a las cualidades y variantes secuenciales de la forma, desde un sentido métrico y rítmico de la temporalidad, tiende a enfocar dominantemente en la arquitectura estética del movimiento, deseo que con frecuencia  hace del cuerpo un esclavo del ensayo y la repetición perfeccionista, se rige por un sentido de diseño con un encaje prefigurado entre idea y realización. De las  muchas exploraciones contemporáneas el butoh encarna una indagación estético existencial extrema, al avanzar como una danza que emerge de las profundidades de lo negado e inquietante para la sociedad japonesa de postguerra. Su vocabulario corporal creará una estética sin precedentes que surge y se valora por su conexión irrenunciable a la más profunda interioridad, por lo que se la ha llamado danza de la oscuridad, de la muerte, de la transmutación, una danza que renuncia a la tradicional dependencia con los espejos, pero no deja de demandar un gran autocontrol. De sus orígenes de ruptura a  estos tiempos, el butoh ha dado lugar a una multiplicidad de visiones y fusiones que incluso admiten sujetarse a coreografías de detallada elaboración visual, en contradicción con las ideas y emociones que le dieron lugar.

Surgidos como prácticas artísticas en la contemporaneidad de los 60, hay al menos dos aspectos generativos de la danza butoh que comparten interés en la performance, el sentido crítico o de ruptura y deconstrucción sobre la conducta socializada y los parámetros de “lo bello”, y por momentos, aspectos de la no-objetivación del cuerpo hasta que el/la artista de performance se propone precisamente la objetivación del cuerpo como obra y se entregue consciente a esa liminalidad.   No deja de haber un estado físico mental requerible para sostener el compromiso de la no-objetivación del cuerpo, ni en este ni aquel. Amén del rigor metodológico que el principio de la “no-objetivación del cuerpo” desarrolla en la danza butoh para cambiar la incidencia de la conciencia controladora de las formas que nos resultan más familiares, aspectos de la preocupación que da lugar a este principio, resuenan en el arte-acción / performance-art en cuanto a su empeño en la actualidad integral de la presencia. La performance intenta una presencia en estado de creación que pueda sostener un acto, que habiendo sido incluso diagramado, sea inédito como experiencia personal y acontecer social.

El trabajo de Dominique y Roland refleja algo de estas consideraciones, pero la danza que crean juntos surge de la imprescindible unión mecánica y empática de sus cuerpos convertidos en UNO y DANZA a la vez. Roland es paralítico de nacimiento salvo involuntarios movimientos espasmódicos. La danza que construyen juntos es claramente incoreografiable y la cualidad relacional de ambos en acción, una joya humana de confianza y comunicación, sin que ambos compartan la misma lengua.  

Dice Dominique:  “La danza butoh ha marcado el inicio de mi carrera como bailarina, ya que comencé a bailar de la mano del Butoh, y la razón por la cual viajé a Berlín fue para estudiar con quien fue mi maestra durante un año, la japonesa MInako Seki. Hoy en día no sigo bailando butoh propiamente dicho, ni me baso en su estética o forma característica a la hora de crear, pero de todos modos creo que está presente de algún modo en mi hacer individual y en colaboración con Roland, ya que es una danza que habla sobre la transformación, sobre el estado, sobre la trascendencia de las formas, es una danza de espíritu, de la presencia que mueve los cuerpos y la materia, puro afecto. Y eso es lo que hacemos en UNO.”

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Graciela Ovejero Postigo ©Noviembre 2017