cuerpo específico espacio temporario

 

¿Qué puede hoy un cuerpo ante la masificación mercantilizada, la constante destitución de los signos y sustancias de lo comunitario, y de los cuerpos como escombros y prescindibles, de las máscaras tecnológicamente sugeridas de las opciones de vida?

 

Vivimos inmersxs en determinados órdenes corporales.  En las artes del cuerpo, lo experimental en sus procesos creadores y ensayística combinatoria, marcaría un perfil, que como opción artística, se manifiesta como factor posibilitador de la reconfiguración de las subjetividades en ellos implicadas, y de su incidencia relacional la creación social y su necesaria transformación.  Lo experimental se compromete con las aperturas, la observación sintiente, el devenir y derivar, por lo que tiende a producir efectos emancipatorios.

 

Del cuerpo disciplinado, funcional, exhausto por la demanda productora y reproductora de civilidad y efectividad, doblemente escindido de su naturaleza sensiblemente interdependiente respecto del entorno y de sí como complejidad viva multidimensionalmente fluyente, el cuerpo urbano de la modernidad, racializado, clasificado binaria y jerárquicamente, escolarizado, normado, endeudado de su materialidad y de su tiempo, vive la agonía de su caducidad atragantándose de su complicidad en el fracasado programa del privilegio biológico.   

 

Frente a esa caducidad, algunxs desean resistir e insistir en recuperar, recordar, soñar, tramar, saberes diferentes, ancestrales, sobre las capacidades conectivas de la vida del cuerpo, suavizando el autoritarismo de las razones prediseñadas, de las últimas versiones de los cánones y el adoctrinamiento de financiables ficciones apolíneas. Retornar a y reconocer autoempáticamente, la especificidad del cuerpo de la vida propia y permitirle expansión. Los espacios como los estados del cuerpo en inmersión son siempre temporarios y complejos. Finalmente, toda especificidad es consecuencia de un devenir continuo. Allí, la ocupación de las artistas que nos ocupan.

 

¿Qué ocupa a los cuerpos sintientes en los momentos de libertad que propicia el arte? ¿Qué acumulan, exceden, y proponen entonces, a sus subjetividades, confrontando tal vez los residuos formales del pensamiento estético occidental y los entrenamientos corporales? En casi todos los lenguajes de la danza --factor común en la trayectoria de Luciana Freire D’Anunciação (BR) y Gabriela Crespo Martí (AR)--, hay un predominio de la extroversión, generalmente rítmica y preacordada, de la presencia corporal y esa exterioridad que puede fascinar, llega muchas veces también a contener y apropiarse determinísticamente del cuerpo, de la potencialidad de sus múltiples presencias.

                                                                                                                                                                                              

“El cuerpo vibrátil”,  una oportuna conceptualización de Suely Rolnik –Psicoanalista y filósofa Brasileña--: “…ese cuerpo, asociado a sus ojos, que procura captar el estado de las cosas, su clima” (…) “esta modalidad que lleva a la persona a ceder seguridades por incertidumbres, a arriesgar razones por azares, a exponer el cuerpo en la verosimilitud precaria de la sensación” (…)  “(ya que no hay nada suficientemente ajeno), a fundar una existencia en la ética y estética de lo imprevisible”, Suely Rolnik habla de este modo para caracterizar su campo profesional como pensadora en la encrucijada “transdisciplinar” –hacia fines de los ’80-- y la misma, como un posible y tal vez necesario “estilo de vida”* en estos tiempos de paradigmas familiares agonizantes. *[“Extractos de Suely Rolnik: Cartografía sentimental, Transformaciones del deseo contemporáneo, Editorial Estación Liberdade, São Paulo, 1989.]

 

Diremos nuevamente que el amplio y fundamentalmente ingobernable o no-disciplinable  campo de la acción o performance como poética-política es la frontera crítica del “arte contemporáneo”  y el laboratorio de lo “vibrátil”, de nuevas posibles micro-soberanías alternas en la era de la performatividad que exige reconciliación con las tradiciones de los cuidados integrales de todo lo vivo, de  bio-sintonización y pensamientos medicinales capaces de navegar en la indeterminación. No son pocos lxs artistas que se afanan en expandir las capacidades “vibrátiles” de sus personas corpóreas, particularmente en la desterritorialidad nomádica del arte-acción o performance, configurada de trazos y entramados entre infinidad de especificidades, bordes cognitivos y perceptuales con-vivientes.

 

En el caso de Gabriela, su enunciado abre promesa en cuestión, sin declamar, para que los estados-estando del cuerpo surjan como un brote o un desborde. Se reconoce esa liminalidad y se le  da paso y bienvenida.

 

En el caso de Luciana, sus premisas de acción, abordan un complot para dificultar los atisbos que pudieran emerger como representación estabilizada del cuerpo y su circunstancia. Justamente, partiendo desde la exterioridad misma de los acerbos gestuales, su idea hará pie anhelando la experiencia de lo que pudiera deparar un traspié, y se enuncia como una apelación a revertir los mecanismos obsesivos propios del entrenamiento corporal que generalmente buscan una eficacia y perfeccionismo técnico, persiguiendo en la reiteración su vulnerabilidad, sabiendo que sólo desde un estado de vulnerabilidad emerge lo inédito. La acción entonces es una propuesta estéticamente desmaterializadora que apelará a una exploración inflamable de las funciones racionales autoperceptivas para impedir paradójicamente, una reiteración totalizadora y complaciente de la presencia corporal.

 

Graciela Ovejero Postigo. © Buenos Aires AR. Noviembre 7, 2016.