El eje curatorial de SALE CON FRITAS contiene una promesa interactiva que podrá desafiar o no nuestra predisposición con el acto de comer pero que asegura una cierta ebullescencia  optimista y gregaria, no común ni menos compleja, en la discursividad de estas prácticas. Nuestros sentidos y seguramente los tejidos de nuestra corporalidad como espectadores estarán convocados a pleno, ya en la pasajera lectura del nombre del evento podemos experimentar todo tipo de emergencias imaginarias y gástricas.  Hay algo de “nacional y popular” también, en este llamado..

SALE CON FRITAS / con la comida no se juega se presenta como una Serie de futuros eventos “Ciclo de Arte de Acción y Gastronomía”, las curadoras Alejandra Bocquel y Nelda Ramos tienen fogón y batería para rato. En esta instancia inicial del proyecto es nuestro placer hospedarlo en el marco de la Serie Open field/ de Peras de Olmo/. El evento “estará organizado como carta con Entrada, Plato Principal y Postre” y se presenta también como un WORK IN PROGRESS, con acciones en vivo y con una video-presentación “de referencias/referentes de lo culinario en la obra de artistas contemporáneos” que es parte  de la investigación compilatoria a la que el tema las ha movilizado.  El 24 de agosto aquí, comeremos performance.

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Graciela Ovejero Postigo ©Octubre, 2013

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Texto curatorial

 

A lo largo de la historia, encontramos que la comida ha sido uno de los motivos recurrentes en el discurso del arte.

 

En el siglo XV, Leonardo da Vinci, un apasionado por la comida, utiliza mazapán en el armado de maquetas, que muchas veces confundidas con pasteles, son devorados sin ningún miramiento, esa extraña y apasionante relación con la comida lo lleva a demorar tres años en concluir su Última Cena, dándole más importancia al contenido de la mesa que a los comensales.

Su mayor pasión por la comida se manifiesta no sólo en el hecho de crear y rediseñar las antiguas cocinas, sus utensilios y comidas, sino en lo que hoy podríamos llamar la más excéntrica instalación: en 1492 con motivo del casamiento de Ludovico Sforza, su señor y mecenas, pretende celebrar toda la fiesta en el interior de una tarta, réplica de 60 metros de longitud del Palacio Sforza construida en el patio del palacio con masa para pasteles previamente puesta en moldes, bloques de polenta reforzados con nueces y uvas pasa y cubiertos de mazapanes multicolores; los invitados a la boda pasarían por las puertas de pastel, se sentarían en taburetes de pastel frente a mesas de pastel en las que, por supuesto, comerían pastel.

(Hay un factor que el maestro no tiene en cuenta y que es el poder de atracción de esa construcción sobre las ratas y aves de Milán; en la noche de víspera del banquete acuden desde los campos toda suerte de alimañas y a la mañana del mismo solo quedaban migas y ruinas del gran pastel.)

 

En los años 30’ nos encontramos con platos preparados por artistas, que ponían en práctica la filosofía que regía sus propias obras y las de todo un movimiento artístico, como es el caso de la Cocina Futurista y su manifiesto publicado por Marinetti en la Gazzetta del Popolo de Turín el 28 de diciembre de 1930.

 

Y finalmente, nos encontramos con un movimiento artístico, surgido  en la segunda mitad del Siglo XX  que ha influido a gran cantidad de artistas contemporáneos y que le ha dado un giro a la relación entre arte y alimento el Eat Art o Arte Comestible.

Podríamos decir que a partir de este movimiento, la comida que siempre estuvo presente en el arte, como símbolo y como modelo, cobra importancia, como material.

 

(Su precursor fue Daniel Spoerri con sus “cuadros-trampas”: sobre planchas de madera fijaba restos de comida simbolizando la trivialidad. Seguirán sus pasos artistas como Gordon Matta Clark, Arman, Ben, Ary Roncaglia o Dorothée Selz, quienes utilizaran también el alimento como elemento principal en sus obras.)

 

Es innumerable la cantidad de artistas que han explorado esta temática en los distintos lenguajes. Pero en este caso,  vamos a centrarnos en las acciones (performances) artísticas inspiradas o vinculadas con el acto de comer.

 

En el ámbito nacional, Marta Minujín fue la precursora en este tipo de prácticas, durante la década del ’80 y principios de la de los ’90.

En 1979 realiza "El Obelisco de Pan Dulce" y en 1981, durante la celebración del 20º aniversario de Knoll –una casa de diseño– Marta Minujin presenta su Venus de queso, a estas  obras les siguieron muchas otras, y en un periódico local se leía, a propósito de estas presentaciones: “Cada obra comestible de Minujín es diferente e irrepetible, como cada cena.”

 

Tal vez como aquella cena unos años antes, en 1971, en la que Federico Peralta Ramos gastó el premio de la beca Guggenheim en un gran banquete para sus amigos en el Restaurante del Alvear Palace Hotel. Una obra de arte comestible fue según sus propias palabras: La vida es una obra de arte…por lo que en vez de “pintar” una comida, dí una comida… decía respecto del acontecimiento.

 

Volviendo a fines de los 70, en la casa de Osvaldo Giesso que ha sido galería, teatro y lugar de reunión de artistas, se organizaban las comidas de Giesso, conocidas por sus grandes porciones de fideos o paella.

“En una época hicimos un altar; era una mesada de cocina que miraba al comedor y estaba protegida por vidrios y el que cocinaba era visto”, recuerda Giesso, él mismo compró platos blancos grandes para que la gente que iba a comer pudiera pintar un plato, y luego poder seguir usándolo como propio.

Con el tiempo se convirtió en un clásico. Al final de las muestras, era habitual que los presentes se quedaran a comer unos tallarines con un vaso de vino. Durante años, dos miércoles por mes, en el Espacio Giesso se inauguraba una muestra y la posibilidad de encontrarse con amigos a comer un plato de fideos.

 

En esa misma época, nos encontramos con otro clásico argentino: los míticos fideos de con salsa de tomate y albahaca de los domingos por la noche en la televisión argentina de finales de los ’80, cuando Tato Bores, después de gritar: “Eliseo, tirá los fideos” se sentaba a probar el plato con los comensales invitados para el cierre del programa y en un determinado momento de la entrevista decía: “¡Dejémonos de joder y comamos los fideos que se nos enfrían!”.

 

En 1991 Marcia Schvartz participa en una muestra en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires titulada Los 80 en el MAM, y lo hace incluyendo el retrato de Batato Barea, (realizado en 1989), en una instalación performática que denomina “Tomando el té con Batato”. Allí, a los pies de la pintura, el propio Batato nos invita a tomar el té, vestido igual que en retrato, y sentado a una mesa con dos sillas y un servicio doble de té de pequeñísimas tacitas de juego de niñas.

 

La comida invita, reúne, propicia el festejo, la celebración, nos conecta con lo íntimo y personal, es acontecimiento, convidar, compartir, ritual y disfrute.

 

Este es un primer acercamiento al panorama nacional sobre la relación entre ARTE y COMIDA,  haciendo un recorte en el Arte de Acción – Performance.

 

Sale con Fritas en su primera edición en Peras de Olmo - Ars Continua, plantea dos momentos; el primero está relacionado a esta investigación que llevamos adelante con el binomio Arte – Comida + Arte de Acción y se presenta en formato audiovisual, el segundo momento está vinculado al tiempo real, hemos invitado a once artistas que trabajan, usan, practican y viven, su producción desde un formato donde la Comida es un elemento primordial.

 

¡La mesa está servida, bienvenidos a Sale Con Fritas!

 

Alejandra Bocquel y Nelda Ramos

Cocineras, Accionistas e Investigadoras